El Tratado de Libre Comercio entre Israel y Costa Rica: Cuando dos países pequeños deciden jugar en grande
Por: Mariela Palma

La firma del Tratado de Libre Comercio entre Israel y Costa Rica marca un punto de inflexión en la política comercial de ambos países. Más allá de la desgravación arancelaria tradicional, muestra una lectura muy atinada del entorno internacional y una decisión estratégica por parte de dos economías pequeñas, pero profundamente integradas a cadenas de valor mundiales.
Pocas veces un tratado comercial ejemplifica con tanta claridad las prioridades estratégicas y la convergencia de intereses de largo plazo de dos países que, pese a su distancia geográfica, han elegido un mismo camino de apostar por la apertura, la innovación y una visión pragmática del orden económico internacional.
Por lo tanto debe verse como una expresión de diplomacia económica avanzada, ya que este TLC es un instrumento que combina acceso a mercados, políticas de innovación, modernización regulatoria, competencia tecnológica global y cambios acelerados en cómo se organizan las cadenas de valor.
Además este tratado es coherente para ambos países con décadas de políticas orientadas a sofisticar la participación en el comercio internacional de ambos países, debido a que Israel profundiza su inserción estratégica en América Latina con un socio económicamente estable, democrático y miembro de la OCDE. Costa Rica profundiza su estrategia histórica de diversificación comercial al conectarse directamente con una potencia tecnológica y agrícola de primer nivel y constituye un puente inusual en la diplomacia comercial contemporánea, pues rara vez Medio Oriente y Centroamérica firman acuerdos bilaterales de alto nivel.
En un mundo donde las cadenas de suministro se fragmentan, los bloques comerciales se endurecen y la confianza económica ya es política exterior, la alianza entre Israel y Costa Rica es un acto de autonomía estratégica.
Para economías pequeñas, es una forma de resiliencia y supervivencia económica y geopolítica en un sistema internacional cada vez más incierto.
A diferencia de los TLC de primera generación, que se centraban en rebajas arancelarias, este acuerdo incorpora elementos como la acumulación flexible de origen, el reconocimiento del software como insumo productivo (casi inédito en América Latina) lo coloca como un acuerdo comercial moderno, un capitulo comercio de servicios y normativa digital, clave para Costa Rica donde los servicios representan más del 50% de las exportaciones, este es quizás el beneficio más transformador.
Y por supuesto la parte arancelaria: Israel liberará el 87,9% de las líneas y otro 2,8% adicional en 5-10 años (totalizando más del 90% en una década); Costa Rica harà lo propio con el 82,2% inmediato y 11,3% progresivo con el mismo plazo, lo que reducirá costos de producción y ampliará el acceso a insumos estratégicos.
Las economías de Israel y la de Costa Rica son estructuralmente complementarias en términos productivos y tecnológicos, porque Israel es un líder global de investigación y desarrollo, tecnologías para agua, ciberseguridad, agricultura tecnológica (agritech), automatización. equipos industriales. Mientras que Costa Rica es líder en agricultura especializada, manufactura avanzada, dispositivos médicos, servicios globales y sostenibilidad. No hay una competencia directa entre los sectores estratégicos de cada país, sino más bien se complementan y esto maximiza el potencial comercial bilateral.
Hoy el comercio bilateral apenas ronda los 70 millones de dólares, en 2024 Costa Rica exportó a Israel 20.7 millones de dólares (piña fresca 39.4%, café 31.5%, dispositivos médicos 3,5%, entre otros), e importó agroquímicos, sensores y circuitos de alta precisión, y otros. Cifras excesivamente modestas para economías tan sofisticadas y con un enorme potencial de crecimiento.
Con la liberalización inmediata de más de 94% del comercio bilateral, reglas de acumulación flexibles, el reconocimiento del software como insumo productivo ese intercambio puede multiplicarse entre enormemente siempre que exista articulación público-privada.
Una empresa costarricense de dispositivos médicos, por ejemplo, podrá importar sensores o circuitos israelíes sin arancel, integrarlos y exportar el producto final con origen preferencial. Un efecto similar se observará en tecnologías de riego inteligente o ciberseguridad aplicada al agro, pasarán de ser importaciones caras y pasan a ser una ventaja competitiva para mejorar nuestra propia oferta exportable.
Conviene evitar ilusiones simplistas, ningún tratado genera comercio por arte de magia, ni el Estado por sí solo. El comercio lo hacen las empresas cuando el Estado crea las condiciones adecuadas, aduanas eficientes, ventanillas únicas plenamente interoperables, agencias de promoción articuladas, capacitación en reglas de origen y estrategias de encadenamiento productivo.
El TLC entre Israel y Costa Rica no es solo un instrumento arancelario, es una apuesta calculada en un momento de transición global, es diplomacia económica, estrategia geopolítica, política industrial y visión tecnológica.
Conecta mercados, pero sobre todo conecta ambiciones y visiones nacionales de integrarse en cadenas globales de mayor valor, de modernizar economías pequeñas y de construir resiliencia en un panorama de comercio global incierto.
En un mundo de bloques y dependencias, Israel y Costa Rica envían una señal clara al sistema internacional, demostraron que los países pequeños también pueden elegir con quién bailar.
Y eligieron bien.
Sobre la autora:

Mariela Palma Cambronero
Consultora en Comercio Exterior
Mariela Palma Cambronero es consultora internacional en comercio exterior, aduanas y relaciones comerciales. Ha colaborado como analista y columnista en temas de política internacional, integración económica y relaciones diplomáticas en diversos medios. Su trabajo público incluye participación en espacios televisivos y paneles de análisis sobre coyuntura global y política exterior, así como artículos publicados en medios regionales.


