El nuevo-viejo éxito de Erdogan
Por: La Dra. Efrat Aviv
Fuente: Besa Center
Traducción: Gastón Saidman
Resumen: A pesar de los graves problemas económicos de Turquía, la alta inflación y la caída de la lira turca, Erdogan fue elegido para un tercer mandato como presidente, un mandato que extendería su reinado por un cuarto de siglo. Erdogan derrotó por poco al candidato de la oposición Kılıçdaroğlu en la segunda vuelta el 28 de mayo. Hay muchas razones para la popularidad de Erdogan, algunas de ellas están relacionadas con la supresión de la oposición, algunas de ellas para infundir miedo en las masas, algunas de ellas para brindar beneficios a pesar de la difícil situación económica, y algunas de ellas están relacionadas con su personalidad y procesos sociales en Turquía. Pero ninguno de estos factores será lo suficientemente fuerte para mantenerlo en el poder si las reservas económicas continúan reduciéndose.
Después de que las elecciones parlamentarias probaran el éxito del partido AKP, Erdogan derrotó a su oponente Kilicderolu en la segunda vuelta de las elecciones con una mayoría del 52 por ciento y entró en la tercera década de su liderazgo.
Los intentos por entender el secreto del éxito de Erdogan, que una vez más derrotó las predicciones de las encuestas, son numerosos y examinados desde diferentes ángulos. Es difícil señalar una razón central y parece que este éxito tiene varios factores que no están necesariamente relacionados entre sí o con el propio Erdogan. Para comprender al hombre o al fenómeno a veces conocido como “erdovanismo”, es importante reconocer los procesos que atraviesa la sociedad turca. En la última década y media, el electorado turco se ha vuelto muy nacionalista. El partido de extrema derecha MHP, aliado de Erdogan, recibió el diez por ciento de los votos, a pesar de que los votos nacionalistas se dividieron entre el partido AKP de Erdogan, MHP, Iyi Parti y otros. Este es un buen número. La sociedad turca está pasando por un proceso de radicalización basado en el nacionalismo, el nacionalismo religioso pero también el laicismo, y veremos los resultados de este proceso en unos años.
Otra razón del éxito de Erdogan y su partido es el control del partido AKP y sobre los medios de comunicación, sobre las redes sociales, sobre la aprobación de manifestaciones y campañas, sobre la transferencia y flujo de presupuestos por un lado y reteniéndolos sus oponentes, por otro lado, intimidando a sus oponentes más populares con casos legales o encarcelamiento, utilizando recursos estatales para atraer a los votantes mientras los intentos de su oponente de transmitir su mensaje se frustran constantemente (por ejemplo, en abril, Erdogan recibió 32 horas de tiempo de transmisión en la emisora estatal, mientras que su oponente solo recibió 32 minutos, o el hecho de que a Kılıçdaroğlu se le negó la oportunidad de enviar mensajes de texto a los ciudadanos mientras que los ministros del AKP lo hacían libremente). Este control inclinó a la sociedad a favor de Erdogan y dictó la victoria. Este control casi total logró perjudicar a la oposición en general y a Kılıçdaroğlu en particular al retratarlos como colaboradores de terroristas y separatistas (kurdos) y como partidarios y promotores de la “agenda benéfica”. En su discurso de victoria en el distrito de Uskudar, en Estambul, Erdogan afirmó que la oposición promueve los derechos de las personas LGBT, lo que se interpreta como un fortalecimiento de la relación con la facción religioso-conservadora de la sociedad turca: “En nuestra cultura, la familia es sagrada. Nadie puede interferir. Estrangularemos a cualquiera que se atreva a tocarla”, dijo a sus seguidores. De vuelta en su campaña electoral, afirmó que “proteger la institución de la familia es nuestra principal prioridad. No podemos estar de acuerdo con la imposición de estilos de vida desviados como LGBT en nombre de la libertad” e incluso presentaron a la oposición como “pro-LGBT”. Esta asociación entre la oposición y los “enemigos de Turquía” desde dentro (según Erdogan, cada voz de la oposición es otra bala que golpea al soldado turco), creó la clara disonancia entre el “bien” (los partidarios de Erdogan) y el mal (su opositores), lo que provocó que el ciudadano se preguntara cuáles son sus principios a nivel de elegir entre blanco y negro. La capacidad de Erdogan para presentar problemas complejos de esta manera lo ayudó a transmitir sus mensajes de manera simple y exigió que el ciudadano aparentemente eligiera entre el bien y el mal.
Es imposible ignorar la habilidad verbal y retórica de Erdogan, la misma habilidad que lo ayudó a conseguir votos incluso en las zonas afectadas por el terremoto de febrero de 2023. La gravedad de los terremotos y sus efectos no causaron conmoción entre los residentes de algunas zonas principalmente gracias a explicaciones y discursos que prometían que los responsables serían castigados, acompañados de promesas de vivienda y trabajo. La capacidad de los líderes en las democracias de pecar pero ganar popularidad social es un peligro democrático preocupante que repercute fuera de Turquía y enseña un par de cosas sobre la naturaleza humana.
Cabe señalar que los dividendos en nombre de Erdogan se dieron incluso antes de las elecciones, por ejemplo, Erdogan aumentó el salario mínimo e incluso se lo vio repartiendo dinero en efectivo a sus votantes el día de las elecciones. Prometió cancelar su hipoteca y los pagos de impuestos sobre la propiedad. Los beneficios financieros otorgados a los votantes durante las campañas y el día de las elecciones no fueron percibidos entre los analistas que predijeron la caída de Erdogan como un factor lo suficientemente fuerte como para reparar la gestión económica fallida del país y la exposición de la corrupción. Además, millones de personas que dependen de la asistencia del gobierno para su subsistencia temían perder los beneficios del estado si Kılıçdaroğlu llegaba al poder, un mensaje enfatizado por la campaña de Erdogan.
No hace falta remarcar el apoyo que recibió Erdogan (aunque no el 100 por ciento) del sector religioso en Turquía. El tema religioso-cultural, siguiendo las campañas electorales anteriores de Erdogan, fue un motivo importante de los votos para él, pero no es solo un tema religioso: a lo largo de los años, Erdogan presentó a su partido como una víctima del viejo elitismo, como un desvalido. El mismo intercambio de élites lo sigue premiando con bondad y agradecimiento por la transformación que realizó en Turquía y que le permite al sector religioso un fácil acceso a la modernidad y caminos al poder económico y político, esto ante la zozobra histórica arraigada en la pérdida de estatus público que han experimentado durante décadas. A los miembros de este sector les resulta difícil renunciar al acceso y al poder que han disfrutado durante mucho tiempo y, por lo tanto, siguen siendo leales a Erdogan.
Erdoğan es un líder populista, extremadamente talentoso para conectarse con sus votantes, sabe cómo alimentar a la gente con los recuerdos colectivos de los sectores desfavorecidos de las épocas que le precedieron, recuerdos de angustia social y sacrificios culturales. Su capacidad para traducir esto en apoyo político, así como en símbolos colectivos, como cubrirse la cabeza o la lucha contra los kurdos y las personas LGBT, es una de las razones que llevaron a su éxito.
Absurdamente, Erdogan se presenta como el hombre fuerte, el único salvador que puede salvar a la sociedad turca de los mismos problemas que él mismo crea o ayuda a crear. Lo hace aprovechando las angustias existenciales (economía, vivienda) y seguridad de las que es responsable. En una situación de incertidumbre, muchas personas prefieren una figura fuerte e incluso autoritaria, ya que la capacidad de controlar multitudes permite que las cosas se muevan rápidamente.
Las instituciones turcas, como el sistema judicial y la ley, el ejército, etc., continúan perdiendo independencia y siendo atendidas por partidarios del AKP. La oposición, y en especial el partido CHP que ha demostrado que aún juntando aliados con ideologías diferentes y contradictorias no puede conquistar corazones, tendrá que cargar con las consecuencias de esta unión y dividirse más y por lo tanto debilitarse. La incompetencia de la confusa oposición y la falta de un líder de talla similar fueron uno de los factores significativos para votar por Erdogan, un líder que representa la estabilidad de los gobiernos desde hace unos veinte años, asunto que fue bien aprovechado para profundizar la zozobra de un líder débil en la sociedad turca, Y a pesar de todo, es posible que si se agotan las reservas económicas del gobierno y no se brinda la ayuda financiera como hasta ahora, la popularidad de Erdogan decaiga y todos los factores mencionados que contribuyeron a su éxito no sirvan.
Dra. Efrat Aviv
Es investigadora sénior en el Centro BSA y profesora sénior en el Departamento de Historia General de la Universidad Bar-Ilan.